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Musica 2017-06-22 18:52

La danza del lícer revive la cosmovisión y el ritual olmeca para el inicio de las lluvias

Fiestas y tradiciones de México

La danza del lícer revive la cosmovisión y el ritual olmeca para el

inicio de las lluvias



ï‚· La celebración se realiza al mismo tiempo que las fiestas de San Juan,

el 24 de junio, y el 29, de San Pedro y San Pablo

ï‚· Vinculada al cultivo de la tierra, constituye un reconocimiento del

patrimonio y la tradición de los habitantes de la región de Los Tuxtlas

El municipio de Santiago de Tuxtla, Veracruz, es testigo de una de las

manifestaciones culturales más arraigadas y significativas de la región: la “danza

del jaguar”, también conocida como “La danza del lícer”, expresión que da a

conocer la relación que los antiguos pobladores de la comunidad establecían entre

el jaguar y el maíz.

Este ritual, que se lleva a cabo el 13 de junio, día de San Antonio de Padua;

el 24, día de San Juan, y el 29, día de San Pedro y San Pablo, debido a que la

tradición señala que son las fechas en las que se inician las lluvias, tiene sus

raíces en un ciclo mítico de la tradición religiosa de los popolucas, considerados

los últimos olmecas sobrevivientes.

“Cuando uno hace el hoyo en la tierra con un palo recto, es como si el jaguar,

que era el dios de la lluvia y el corazón de la tierra, abriera sus fauces; después se

tapa el hoyo con el pie y el jaguar cierra sus fauces”, relata Héctor Luis Campos

Ortiz, autor del libro “Del jaguar al lícer. Ciertos detalles de una tradición”, que este

año será publicado. Campos aceptó dar un adelanto de su investigación por la

proximidad de las festividades de San Juan.

El origen del término ‘lícer’ se dio cuando en la Conquista los españoles, al

llegar a la región de Los Tuxtlas, llamaron lince al jaguar en lugar de tecuani, su

denominación en náhuatl, y los indígenas, como no conocían esta palabra, la

derivaron por eufonía en “lícer”.

“El lícer es el jaguar que sale a la calle. La cosmogonía olmeca señala que

Dios molió el maíz, hizo la masa y con ella creó al hombre y a la mujer.

Posteriormente, un jaguar se cruzó con una mujer de maíz y de esa unión surgió la

raza olmeca”, describe el historiador.

Esta celebración, que solamente se representa en Santiago de Tuxtla y sus

alrededores, cuenta con rasgos que la distinguen de otros rituales similares que se

escenifican en más regiones del país. “Al principio los participantes se vestían con

trajes amarillos y moteados, pero ahora lo hacen de rojo, azul, amarillo y verde.

Utilizan un mameluco o pijama de cuerpo completo y una capucha que por lo

regular tiene dos picos que simulan las orejas del jaguar”.

Más de mil danzantes se congregan en las calles para la festividad, quienes

braman, golpean el suelo y caminan encorvados como un felino, ya que entre los

pobladores perdura la idea de que si no danzan los jaguares o tigres, como

también se les conoce, no llueve y se pueden presentar enfermedades, malas

cosechas, calamidad y pobreza.

“Yo tuve oportunidad de ser hijo de campesinos, sembramos mucho maíz en

la casa; nuestros padres nos llenaban la casa de esta planta”, recuerda Campos

Ortiz, pero añade: “Actualmente el fin de la danza ya no es tanto agrícola, sino que

es más lúdica, para que los líceres jueguen con los niños y las niñas a atraparlos y

con esto se reviva la tradición, ya que los niños representan el maíz que necesita

recibir el agua para crecer vigoroso”.

Las danzas para pedir lluvia se realizaron desde tiempos prehispánicos en

toda Mesoamérica hasta Brasil. El próximo 29 de junio, se va a realizar en

Santiago de Tuxtla un concurso de líceres y tecuanis con dos delegaciones

invitadas de Morelos y Puebla.

“Se va a hacer un recorrido para que la gente vea nuestra tradición y la de

los tecuanis de otros lados, ya que son tradiciones hermanas que tiene el mismo

origen. Estamos conociéndonos, descubriéndonos y fortaleciendo la identidad de

nuestro pueblo”, concluyó Héctor Luis Campos Ortiz, cuya publicación se

presentará durante el mes de diciembre bajo el sello de la Colección del

Sotavento, de la Dirección General de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas.

La

portada del libro corresponde a la pintura de Xavier Solano Arévalo y la foto

corresponde a Héctor Fernández Mendoza

EOV

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