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Musica 2018-08-28 20:51

La Orquesta Sinfónica de Minería celebrará su 40 aniversario en el Palacio de Bellas Artes



La Orquesta Sinfónica de Minería celebrará su 40 aniversario en el Palacio de Bellas Artes



· Ofrecerá la gala de clausura de la temporada de verano 2018 con las sinfonías Octava y Novena de Beethoven, el viernes 31 de agosto a las 20:00



· Bajo la dirección de Carlos Miguel Prieto y la participación de un elenco formado por coros y solistas de carácter internacional





La Orquesta Sinfónica de Minería (OSM) concluirá su temporada de verano 2018 con un concierto de gala en el máximo recinto de la cultura en México: el Palacio de Bellas Artes. Esta sesión especial, que estará bajo la batuta del director artístico de la agrupación, Carlos Miguel Prieto, se llevará a cabo el próximo viernes 31 de agosto a las 20:00.



Para cerrar con broche de oro las celebraciones por su 40 aniversario de existencia, la Sinfónica de Minería interpretará dos de las más renombradas composiciones del genio de Bonn, Ludwig van Beethoven (1770-1827): la Sinfonía núm. 8 en fa mayor, op. 93 y la Sinfonía núm. 9 en re menor, op. 125, Coral.



Para dar la magnificencia vocal y sonora que implica la segunda composición, la orquesta contará con la colaboración del Coro VocalEssence de Minnesota y el Coro de la OSM, bajo la dirección del maestro Philip Brunelle. Además, participarán en las partes solistas la soprano canadiense Katherine Whyte, la mezzosoprano mexicana Grace Echauri, así como el tenor Thomas Studebaker y el bajo-barítono Kevin Deas, ambos de origen estadounidense.



La conformación de este elenco internacional tiene la finalidad de cerrar de manera espectacular una inusitada y exitosa temporada que a lo largo de los meses de julio y agosto llevó al público la interpretación de las nueve sinfonías de Beethoven, alternadas con un rico abanico de expresiones musicales de más de cinco siglos, para celebrar a la vez el 40 aniversario de la también llamada Orquesta de la Academia de Música del Palacio de Minería.



Del enorme catálogo que Beethoven legó al mundo, sus nueve sinfonías tienen un apartado especial, ya que en cada una de ellas aportó algo nuevo a la música de concierto. Entre 1799 y 1800 compuso su primera sinfonía, y continuó componiendo sinfonías hasta su muerte, a sabiendas que cada una de ellas eran revolucionarias, dice la crítica especializada. Y es que, con sus 30 años de edad en ese entonces, Beethoven ya afirmaba: “Tras de mí ha quedado el periodo clásico; ahora construiré la música del futuro”.



En cuanto a la Octava sinfonía —consideran los especialistas— el primer movimiento es cíclico: comienza y termina con el mismo tema de seis notas, y Beethoven lo escribió en curiosas circunstancias: mientras se inmiscuía en la vida privada de su hermano para alejarlo de una mujer a la que consideraba inmoral. La Octava se estrenó en la Redoutensaal de Viena en febrero de 1814 bajo la dirección del propio compositor.



Sobre la Octava sinfonía, Richard Wagner afirmó: “Es una loca explosión de energía sobrehumana sin otro objetivo que el placer de desatar esa energía como la de un río que desborda su cauce e invade el campo que le rodea. En la Octava, el poder no es tan sublime, aunque siga siendo típico de Beethoven por cuanto combina la tragedia”.



Por su parte, la famosa Novena, identificada por incluir el legendario Himno a la alegría —basado en un texto del poeta Schiller— se convirtió en la primera sinfonía vocal de la historia y anunció el porvenir de la música de concierto: “Música que todo lo contiene y todo lo abarca; poseedora de una fuerza indestructible que inunda los corazones con pasión, hermandad y esperanza”, dice la crítica especializada.



Basta recordar que esta composición, mítica y popular, fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco; además, su último movimiento fue adoptado en 1972 por el Consejo de Europa como su himno y en 1985 fue elegido por los jefes de Estado y de Gobierno europeos como himno oficial de la Unión Europea.



La Novena sinfonía se estrenó el 7 de mayo de 1824 también en Viena y significó el surgimiento de una nueva era en la música orquestal. La historia dice que en este concierto Beethoven, quien se encontraba en el escenario siguiendo la partitura, casi sordo por completo, tuvo que ser volteado hacia el público por uno de los músicos, para ver la estruendosa ovación que ya no podía oír

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