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Noticias 2015-08-26 18:08

GALARDONARAN LA TRAYECTORIA DE ELSA MEDINA CON LA MEDALLA AL MERITO FOTOGRAFICO

Fotoperiodista y fotodocumentalista

GALARDONARÁN LA TRAYECTORIA DE ELSA MEDINA CON LA

MEDALLA AL MÉRITO FOTOGRÁFICO

*** La fotografía es una forma poética de plantarse en el mundo, así parece entenderlo la artista

de la lente, quien se ganó a pulso un lugar en el fotoperiodismo mexicano

*** “Las noticias que ahora le ocupan tienen que ver con el inmediato mundo que le rodea y sus

sutiles desplazamientos”, escribe Alfonso Morales en el núm. 35 de Luna Córnea

El sol se cuela con desfachatez en el departamento de Elsa Medina y también asoman la vida y la

muerte. La fotógrafa abandonó tiempo atrás la búsqueda de la imagen noticiosa para dejar que la

finita existencia tocara a su ventana; a través de ella avistó un pájaro atrapado en una luminaria

pública y decidió, cámara en mano, acompañarlo en su inexorable destino.

La fotografía es una forma poética de plantarse en el mundo, así parece haberlo entendido

Elsa Medina, quien se ganó a pulso un lugar en el fotoperiodismo mexicano por la calidad de sus

tomas —muchas de ellas icónicas—; por añadidura, este jueves 27 de agosto, en Pachuca,

Hidalgo, recibirá la Medalla al Mérito Fotográfico que otorga el Instituto Nacional de Antropología e

Historia (INAH) a través del Sistema Nacional de Fototecas.

Elsa Medina, originaria del DF, 63 años, lleva pantalones de mezclilla y la cabellera al

viento, título con que ha bautizado el libro-objeto que recoge la agonía del pájaro inmóvil en el

poste de luz. Pero hace tiempo practica el arte del desprendimiento. De cada pérdida hay

imágenes que rebasan lo meramente documental. Son ensueños suspendidos.

Con el emotivo ensayo Octubre 8 hurgó en el dolor de ver a su madre postrada en cama

por años, retuvo su último aliento y el vacío del día después. Luego tuvo que decir adiós a la casa

de la colonia Del Valle: Xola 404B, donde los ecos de momentos felices compartidos con

familiares y amigos ensordecieron ante el ruido de las máquinas de demolición.

El entorno privado se ha convertido “en tema principal de las exploraciones fotográficas de

Elsa Medina […] Las noticias que ahora le ocupan tienen que ver con el inmediato mundo que le

rodea y sus sutiles desplazamientos”, escribe Alfonso Morales en el número más reciente de Luna

Córnea: “Aproximaciones al fotoperiodismo mexicano”.

De ese periodo dedicado al periodismo —más de quince años—, Elsa Medina coge

algunas imágenes, aquellas que se han vuelto un símbolo en sí mismas. Muestra la foto del

migrante, en ella un zacatecano de piel curtida extiende la palma de su mano agrietada y de

líneas profundas como los senderos de la colonia Nido de las Águilas, en Tijuana, que se abre

atrás de su cuerpo distendido.

“Como fotógrafo, sabes cuando traes ‘la foto’. Es algo que sientes. Cada disparo es como

un boceto. Aunque creo que ahora se abusa del disparo de la cámara”, opina quien por años

militó en las filas de La Jornada y algún tiempo en El Sur de Guerrero, dejando sendas imágenes

del trajín cotidiano asaltado por la noticia, como aquella de los temblores del 19 y 20 de

septiembre de 1985.

“La fotografía ha sido una manera de expresarme, una manera de dar mi opinión. Por

ejemplo, en el periódico: esto opino, esto es lo que veo, aunque es una realidad parcial y

manipulable”.

A Elsa Medina le tocó una época dorada del fotoperiodismo a mediados de los años 80,

cuando el poder de la imagen ocupó las planas principales de los periódicos y dejó de ser una

mera acompañante de la nota escrita. En esa época su nombre formó parte del staff de los

fotógrafos provocadores de La Jornada: Fabrizio León Diez, Luis Humberto González, Francisco

Mata, Pedro Valtierra, Frida Hartz, Raúl Ortega, Marco Antonio Cruz, Andrés Garay…

La maestra Medina aprendió de uno de los grandes, Nacho López, a tener una posición

crítica ante la fotografía y ante uno mismo, él le enseñó que la perspectiva siempre parte de lo que

somos, de juicios y prejuicios. “Para mí, el analizar esto era la posibilidad de ir más allá, de

sobrepasar este límite.

“Cuando estás haciendo un trabajo y traes contigo un sentido —que se puede descubrir en

el proceso del reportaje—, te conectas y eso se nota en las imágenes. Podemos hacer buenos

registros de lo que nos rodea, pero entrar más a la imagen y trascenderla es poder capturar esa

parte intangible, indefinible, que también la compone”.

Aprender a conectarse quizá sea una de las lecciones principales que intenta brindar

Medina en sus talleres de fotoperiodismo. Como reza la promoción de su curso, el aprendizaje

parte de una “perspectiva crítica, comprometida y lúdica”, adjetivos totalmente aplicables a la

personalidad de la maestra.

A Elsa Medina, una mujer de humor ligero, gustosa, con amigos por doquier, la fotografía

la ha hecho vivir y sobrevivir. Como ella misma dice: “Tu biografía se va marcando en las

imágenes, por medio de ellas vas dejando una huella”.

En su caso sería una estela en el mar, pues sigue embarcándose en su historia personal y

ésta la llevará a Mulegé, Baja California Sur, donde el mar crea peculiares biografías de familia.

Ella va en busca de un fragmento más de la suya. Elsa Medina se ha vuelto una cazadora de su

propia sombra.

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