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Museos 2015-10-01 17:56

Sobrevivientes y rescatistas del sismo de 1985 recuerdan sus historias en el Museo del Estanquillo

Sobrevivientes y rescatistas del sismo de 1985 recuerdan sus historias en el Museo del Estanquillo



· Javier del Razo Aguirre El Maromas, fundador de los Topos --grupo que logró rescatar a 216 personas con vida y 437 cadáveres tras el terremoto— participó en la Mesa Memoria y Reflexión - Historia de un rescate: Las víctimas y su rescatista


· La mesa, organizada por la Secretaría de Cultura de la Ciudad, también reunió a sobrevivientes del Edifico Nuevo León, quienes ofrecieron su testimonio


· La actividad se inscribe en el marco de la jornada de conmemoración A 30 Años del Sismo y de la Noche de Museos



Rebeca Orozco y Óscar Flores vivían en un departamento del Edificio Nuevo León, en Tlatelolco. Aquella mañana del 19 de septiembre de 1985, tras las primeras sacudidas del terremoto, no tuvieron tiempo de salir: vieron cómo el piso se abría y alcanzaron a abrazarse.



Así, abrazados, cayeron 10 o 12 metros. Permanecieron sepultados en los escombros durante cinco días en completa oscuridad. El primer día alcanzaban a oír ruidos de los vecinos también enterrados y, tras la réplica del día 20, dejaron de oírlos: se dieron cuenta que eran los únicos que quedaban vivos entre aquellos escombros.



Óscar recuerda que su esposa se desmayó tras la primera caída y que él intentaba reanimarla en lo reducido del espacio que ocupaban, en el que apenas se podían mover. Intentaba moverla pero sólo lo lograba de un lado: fue cuando se dio cuenta que había perdido la mano izquierda a partir del codo (“la izquierda y soy zurdo”, dice que pensó).



Al quinto día, escucharon una voz que pedía que si alguien estaba vivo golpeara con una piedra. Óscar lo hizo y en unas ocho o diez horas logró ver los rostros de Javier del Razo Aguirre El Maromas y sus compañeros rescatistas voluntarios, quienes serían conocidos después como los Topos de Tlatelolco. Rebeca y Óscar fueron las últimas personas rescatadas con vida del edificio Nuevo León.



Fernando Ongay dice que nació dos veces. La primera como todos y la segunda cuando tenía tres años y su madre, Marta Ongay, lo cubrió con su cuerpo durante el derrumbe de su departamento, también en el Edificio Nuevo León, inmueble que se comprimió (se “sentó”, como recuerdan muchas víctimas) atrapando y matando a decenas de personas. Marta y Fernando también fueron rescatados por la cuadrilla de El Maromas.



Javier del Razo, quien recientemente fue reconocido por el Gobierno de la Ciudad de México con el Premio Ángel de la Ciudad por su labor heroica en el grupo de rescate Topos de Tlatelolco, recuerda que aquella mañana, tras las sacudidas del temblor, salió en busca de su hermano que iba a la Secundaria 16. Ellos vivían cerca de Tlatelolco.



“Cuando llego al Eje 2 Norte, donde está Tlatelolco, veo una multitud. Decido irme por dentro de la unidad y lo primero que veo, cuando llego a la zona del edificio Nuevo León, es a una señora con una mezcla de tierra y sangre. Veo el edificio, entro en shock, corro a la secundaria. No había teléfono, regreso a mi casa y mi hermano ya había regresado. Me dieron un té, me calmé un poco, pasó una hora y le dije a mi mamá: necesito ir ahí a ayudar. Me salgo. Llego al Nuevo León, empezamos a quitar las piedras y lo primero que logro rescatar es un par de piernas. Seguimos quitando piedras. La mayor parte de lo que encontramos eran cadáveres. Nadie de los que estábamos ahí ayudando nos conocíamos”, rememora.



El Maromas recuerda también que llegaron a ayudar mineros del Real del Monte, Hidalgo, y ayuda internacional, “aunque el señor Miguel de la Madrid decía al principio que no se necesitaba ayuda. En Tlatelolco nos indignamos porque las autoridades en un momento dado ya no permitieron rescates, metieron máquinas y nos retiraron a la fuerza. Ya nos llamábamos los Topos y nos movimos a San Antonio Abad. Fuimos entonces a sacar los cuerpos de muchas costureras. La concentración de ayuda era en Tlatelolco o en el Hotel Regis pero había edificios y vecindades pequeñas que no recibían ayuda y la gente se nos acercaba para que fuéramos y de estos lugares también sacamos muchos cuerpos. Hasta casi un año después”.



Javier y su grupo lograron rescatar en total a 216 personas con vida y 437 cadáveres tras el temblor del 85. Todavía se acuerda que durante mucho tiempo no pudo dormir. Se levantaba y sacaba todas las cosas de su clóset. Sus familiares le decían a los vecinos: “es que quedo como loco con lo del terremoto”.



Para él, hubo muchos héroes: los que llevaban café y comida o cobijas, los que levantaban una piedra o hasta los que “te daban un abrazo y te decían échale ganas. También los propios sobrevivientes, muchos de los cuales, con todo y heridas, tuvieron el valor de quedarse y ayudar”.



Rebeca, Óscar, Fernando y Javier narraron sus historias la noche de este miércoles 30 de septiembre en el Museo del Estanquillo Colecciones Carlos Monsiváis, en la Mesa Memoria y Reflexión - Historia de un rescate: Las víctimas y su rescatista, organizada por la Secretaría de Cultura capitalina, en el marco de la jornada de conmemoración A 30 Años del Sismo.



Al presentar a los participantes de la mesa, María Cortina, Coordinadora de Proyectos Especiales de la Secretaría de Cultura, comentó: “conmemorar los 30 años del terremoto no es sólo para dolernos, sí hay que recordar el dolor y decirle a las nuevas generaciones lo que perdimos, pero sobre todo es para decirles lo que surgió debajo de los escombros, lo que nos dio gran fortaleza como sociedad civil. No olvidar que la ciudad la levantó la gente a pesar del gobierno de entonces”.



En esta reflexión también participó el arquitecto Andrés Escoto, quien estaba en Chilpancingo, Guerrero, cuando ocurrió el temblor. Él perdió a su hermano menor en un edificio que se cayó en la colonia Roma. Su experiencia de aquellos días, la plasmó en el libro La jornada del lobo. A 30 años del terremoto, de próxima aparición.



La Mesa Historia de un rescate se llevó a cabo también en el marco de la Noche de Museos, programa de la Secretaría de Cultura cuya novena edición de 2015 se realizó este miércoles con la participación de más de 45 recintos capitalinos ubicados en ocho circuitos culturales de la ciudad, los cuales mantuvieron abiertas sus puertas en un horario nocturno.



Actividades como talleres, conferencias, conciertos, obras de teatro, visitas guiadas y exposiciones fotográficas, la mayoría de éstas gratuitas, se llevaron a cabo en espacios como el Museo de la Ciudad de México, el Museo Soumaya, el Museo Panteón de San Fernando y el Antiguo Colegio de San Ildefonso.

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