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Libros 2016-01-16 19:52

Publican Cuentos de un minuto “para que no haya obstáculo a nuestra ocupadísima vida cotidiana”

Secretaría de Cultura y Ediciones Tecolote

Publican Cuentos de un minuto “para que no haya obstáculo a nuestra ocupadísima vida cotidiana”

El volumen es autoría de István Örkény (Budapest, 1912-

1979), dramaturgo, novelista y cuentista, quien también fue

soldado del ejército húngaro y prisionero de guerra en la

disuelta URSS

La tentación cabe en un minuto, entre 50 y 100 latidos del corazón

ocurren en un minuto, en ese lapso se toman decisiones y cesan de

existir los problemas más complejos. Igual que esos latidos van

apareciendo los Cuentos de un minuto, de István Örkény, que a través

de las ediciones del Programa Nacional de Salas de Lectura, presenta

la Secretaría de Cultura.

Estos cuentos llegan con instrucciones de uso dictadas por su

mismo creador: en primer lugar, nos aclara, estos cuentos ahorran

tiempo porque su lectura dura un minuto, lo cual, hemos de concluir,

no ocasiona ningún obstáculo para nuestra ocupadísima vida

cotidiana. “Mientras se cocinan los huevos pasados con agua o

mientras logramos comunicarnos con el número telefónico que

estamos marcando, sentados o de pie, en medio del viento o bajo la

lluvia”.

Por otro lado, el autor recomienda poner atención a los títulos, su

brevedad ha sido pensada para que sirva igual que cualquier

señalización. Por último, si no se entiende el cuento, vuelva a leerlo, si

después de esa lectura continúa sin entenderlo, entonces el narrador

asume toda la responsabilidad.

Acerca de lo grotesco, es el siguiente cuento, y éste sienta el

tono, la perspectiva y la idea que aproxima cada narración, es sencillo:

se invita al lector a doblarse sobre sí mismo, y mirar el mundo a través

de sus piernas. Un vaso de cerveza, un letrero, la muerte vistos en esa

posición se transforman. Esta sencilla sugerencia vale para entender

el movimiento que Órkeny le ha encontrado al mundo.

El señor D, ingeniero, trabajó horas extras casi sin descanso, la

señora D, se encargó de todos los trámites, consiguió préstamos,

buscó profesionales y hasta la madera necesaria, todo ello la llevó a

un desequilibrio psicológico, la hija estaba enamorada de otro, pero la

casaron con un veterinario, porque su familia les prestó dinero, el hijo

“aspiraba a estudiar medicina. Pero el asunto se redujo a la pregunta:

¿la carpintería del techo o el diploma de médico”. Los D han facilitado

toda la información para que cualquier lector les ayude a resolver una

pregunta que no los deja vivir: ¿Qué es esto? ¿Qué es esto?

“Era un hombre que no valoraba demasiado las bendiciones de

la civilización”, era el doctor Gróh, uno entregado al cuidado de sus

pacientes. Paraba poco en casa, dos veces a la semana dormía en

casa de su jefe, las otras noches se quedaba de guardia o visitaba a

sus amigas. Tenía una estufa de hierro, y no un termocox, para la

calefacción de su hogar. ¿Sabe el señor doctor qué es el termocox? le

pregunta tío Kreibich, su paciente y estufista. Desde ese momento,

Kreibich fue triturando la resistencia del doctor, no con argumentos,

sino con la fuerza de la pasión. Después de instalarla le nacieron ideas

tan extrañas como que “ningún ser vivo -incluido él mismo- podía ser

tan perfecto como un termocox”. Tal vez el calor sea la fuerza más

poderosa y amorosa para la íntima transformación.

Las cosas pueden parecer absurdas cuando se describen de una

manera distinta a como normalmente las vemos, lo cual no significa

que no puedan ocurrir de esa forma. Por ejemplo, planear

exhaustivamente la construcción de la propia cripta. Interesado,

empleado e ingeniero, se reúnen para hacer presupuestos y diseñar

esa última morada. El interesado desea asfaltarla, la lápida no es

necesaria, pero sí lo es un tubo de chimenea, no importa de qué

material, lo que es imprescindible es la luz eléctrica, “¿luz eléctrica? -lo

miraron asombrados los dos- ¿qué falta hace ahí la luz?” La respuesta

irritada que dará el interesado nos demuestra lo acertado del título: “La

esperanza nunca se pierde”.

En los vastos campos de las horas de todos los días llega como

una luz el sereno (a veces también desenfrenado), placer de leer

noticias. Esto ha desencadenado toda una industria que gira en torno

a perseguir lo que ocurre. Pero no hay necesidad de tal despliegue de

recursos y personas, así al menos lo ha descubierto el personaje del

cuento: Noticias y pseudonoticias, quien durante un viaje se da cuenta

que ese placer permanece intacto si lee noticias ocurridas tiempo

atrás. Entonces, concluye que da igual que sean verdaderas o falsas,

no existe tampoco una diferencia entre noticias o pseudonoticias, y

para probarlo construye algunas de estas últimas. El resultado es

hilarante, es también una prueba del absurdo contenido de lo que

consideramos relevante como absurda es la persecución del último

momento o la veracidad.

El futuro es todo, ahí está nuestra cosecha de perfección, la vida

de las horas muertas, el reflejo brillante que se desprenderá de la

actual oscuridad, por eso “¡Confiemos en el futuro!”, dentro de 110 o

115 años el palacio de Visegrád se habrá reconstruido, sonarán las

campanas para anunciarlo y en ese momento cesará la mala racha

que ya dura mil años, instaurándose la República Húngara del

Danubio. Entonces será tan bueno ser húngaro, que incluso se

transformará en un verbo: Hungarizar. Este verbo tendrá distintas

acepciones dependiendo el idioma, en francés, por ejemplo,

significará: “estoy hecho una cuba”, mientras que en español se

traducirá como: “encontrar dinero en la calle, agacharse por él”, “Y si

alguien en Londres dice I am going hungarizing (o sea, textualmente,

“voy a hungarizar”) eso significa “voy hacia esa divina mujer, a la que

ves ahí, ahora voy para allá, le hablo, la abrazo, me la llevo a casa”.

Como verá el lector todo es cuestión de apostar al futuro, soportemos

el presente anhelando toda esa gran posibilidad que será.

Seguramente nadie está consciente de ello, pero lo que se

encierra en el espacio de una cabina telefónica es un baúl de tesoros

para quien se detiene a pensarlo. La que protagoniza Balada acerca

del poder de la poesía, se encuentra en un bulevar, y en ella entraban

toda clase de personas a tratar sobre asuntos de amplia diversidad.

Una tarde entró el poeta a llamar a la redacción del periódico para

avisar que ya tenía los cuatro últimos versos. “¡Ay, qué deprimente!

–dijo el jefe de redacción- Reescríbelo de nuevo, de un modo más

risueño”. El poeta defendió sus versos sin éxito, así que se marchó.

Entre él y el siguiente usuario se produjo una transformación, cuando

una mujer quiso entrar la puerta presentó una gran resistencia, y

cuando se abrió lo hizo con tal fuerza que la mujer salió volando como

si hubiera recibido una patada. Los testigos fueron a enfrentarla,

semejante afrenta no puede tolerarse, todos recibieron el mismo trato,

hasta que verdaderamente harta, la cabina desprendió sus cimientos y

se marchó andando por las calles. No sabemos si fue el rechazo de

esas palabras o si eran realmente deprimentes, el caso es que la

poesía siempre determina el destino.

István Örkény (Budapest, 1912-1979) fue dramaturgo, novelista y

cuentista, pero lo que le proporcionó gran popularidad fueron sus

famosos Cuentos de un

La narrativa y la dramaturgia de István Örkény no escapan a su

autobiografía. Sus experiencias como soldado del ejército húngaro,

como prisionero de guerra en la Unión de Repúblicas Soviéticas

Socialistas, como miembro del Partido Comunista, como entusiasta

defensor de la Revolución de 1956 y sus años de ostracismo

impuestos por el gobierno socialista, nutren una obra valorada como

una de las más relevantes de la literatura contemporánea húngara.

István Örkény, Cuentos de un minuto. Trad. Judit Gerendas,

Conaculta/ Ediciones Tecolote; México, 2014, 219 pp.

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