José Iñigo Aguilar analiza la cultura del transporte colectivo
· En su obra Encoger el cuerpo. La tarea cotidiana de transportarse en la urbe, el antropólogo
social estudia cómo viaja la población en las grandes ciudades
· Será presentada el 18 de febrero en la XXXVII Feria Internacional del Libro del Palacio de
Minería
La “discriminación invisible” hacia los usuarios del transporte público en la zona metropolitana,
que padecen a diario empujones, robo, acoso y hacinamiento, es el tema que aborda el etnólogo y
antropólogo social José Iñigo Aguilar Medina en el libro Encoger el cuerpo. La tarea cotidiana de
transportarse en la urbe.
Bajo una nueva perspectiva, el especialista analiza cómo viaja la población citadina y la
manera en que ha aceptado como “algo natural” la violación cotidiana de su integridad física,
psicológica y proxémica (empleo que hace el hombre del espacio que mantiene entre sí y sus
semejantes). “Es un problema grave que atenta contra los derechos humanos y la salud pública”,
subraya el autor.
El libro, editado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) dentro de la
Colección Interdisciplina, Serie Fundamentos, será presentado el 18 de febrero en la XXXVII Feria
Internacional del Libro del Palacio de Minería (Auditorio Cinco, 17:00 horas).
La publicación explica cuál es la relación ergonómica entre el vehículo y los cuerpos que
transporta, y expone la necesidad de dedicar más atención al transporte público para formular
estrategias que vayan más allá de buscar la rapidez y el bajo costo.
José Iñigo Aguilar empleó cuestionarios para conocer la opinión de los usuarios del
transporte colectivo que ofrece el Estado o instituciones privadas, y que recorre rutas
preestablecidas
Dichos reportes arrojaron que en el año 2010, los viajes en vehículos destinados al
transporte colectivo ocuparon 72.5%: 45.2% en microbús y camión; 14% en Sistema de Transporte
Colectivo Metro; 10.1% en autobuses de la RTP (Red de Transporte de Pasajeros del Distrito Federal); 1.3% en Tren Ligero y Trolebús (Servicio de Transporte Eléctrico del Distrito Federal);
1.7% en Metrobús y 0.2% en Tren Suburbano.
En tanto el traslado en vehículos particulares representó el 27.5%: 20.3% en automóvil,
6.2% en taxi y 1.0% en bicicleta.
El investigador del INAH refiere que en los estudios realizados hasta ahora sobre el tema (la
mayoría hechos por urbanistas), se han medido únicamente rutas, tiempos y costos, pero nunca cuál
es la situación de los pasajeros.
El autor se interesó en el tema, tras estudiar las condiciones de vida de los adultos mayores
cuando preparaba su libro Ser viejo. La cultura de la senectud. Se dio cuenta de que la
infraestructura citadina (equipamiento y mobiliario urbano) no es adecuada ni segura para los
ancianos, niños y personas con discapacidad.
Resulta una paradoja, dijo, que el modelo de desarrollo de transporte urbano no esté pensado
en primera instancia para las personas. Ejemplo de ello son las llamadas “peseras”, que la población
utiliza por ser el transporte más rápido pero no el más cómodo, toda vez que su diseño interior
responde a dar cabida al mayor número de pasajeros.
Otro elemento que destaca José Iñigo Aguilar, es la postura encogida que adoptan de
inmediato los usuarios del transporte público al viajar hacinados, lo que provoca en ellos estrés
crónico y producción de cortisol (hormona que se libera en respuesta al encogimiento defensivo del
cuerpo) por la incertidumbre sobre lo que puede suceder en el trayecto (empujones, robo, acoso,
hacinamiento, etc.).
“Hemos oscurecido nuestros derechos humanos a tal grado que la gente considera que tener
ese trato en los transportes es el que merece y por tanto es el que se le da. Vivimos una cultura de
dos vías, la del ciudadano y la de las autoridades”.