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poesia 2015-04-12 07:50

La poesia nos permite amar la vida, conociendola mejor: Dolores Castro

Las palabras son música e imagen, asegura

La poesía nos permite amar la vida, conociéndola mejor: Dolores Castro

• La escritora, reconocida con el Premio Nacional de Ciencias

y Artes 2014, cumple este 12 de abril, 92 años de vida

• El papel del poeta, dijo, es perseguir los

valores, defenderlos, enunciarlos y expresarlos con

emoción

Una gran sensibilidad y un constante contacto con la lectura suscitaron

en Dolores Castro su interés por escribir poesía, para lo cual, dijo, es

necesario aprender a manejar la lengua, pues no sólo se trata de tener

algo qué decir, sino también de saber cómo decirlo.

Nacida en Aguascalientes el 12 de abril de 1923 y con más de

20 libros sobre todo de poesía, pero también de novela y ensayo,

la autora señaló en entrevista con el Conaculta que “escribí lo que

verdaderamente quise decir”.

Para Dolores Castro todo fue importante, primero los estudios.

En la secundaria conoció a Rosario Castellanos, con quien formó parte

del Grupo Ocho Poetas Mexicanos, que “fue muy importante para mí,

porque fue mi amiga y en buena parte maestra”.

Estudió Leyes y Literatura Española, viajó a España y cuando

regresó a México se dedicó a trabajar en temas relacionados con

las letras, en la radio, en revistas de literatura y en la impartición de

talleres.


Y es que ella, apuntó, eligió “vivir y contar”, por lo que con siete

hijos, primero tenía que cambiar un pañal y luego escribir el poema

que le había llegado, porque para la autora, la poesía es “un camino

para conocer y para conocerse, porque nos permite descubrir más

sobre la vida en todas sus manifestaciones, uno puede mediante la

imaginación, ir hacia la vida de la tierra, del agua, de las plantas, de

los animales, pero sobre todo del hombre y de la mujer, porque ¡viva la

diferencia, si somos diferentes!”.

La poesía, dijo, también permite “conocer mejor el mundo, en

lo entrañable, en lo mágico, en lo maravilloso” y sirve para escuchar,

toda vez que las palabras son música e imagen, por su sonido y por lo

que despiertan.

En este sentido, indicó que el poeta es una persona que

constantemente se hace preguntas, “quién soy, qué hago aquí, hacia

dónde voy, qué es lo que me circunda” y entonces, expuso, el mundo

de cada persona que vive y que escribe la poesía, se enriquece de

una manera extraordinaria y nos permite amar la vida, conociéndola

mejor, sabiendo que es un milagro y al conocer mejor la vida propia,

uno también puede reconocer mejor y respetar más la vida de los

demás.

Al leerla, la poesía se convierte en una especie de contagio, por

la emoción que transmite logrando una comunicación más inmediata

con la gente. Sin embargo, la escritora reconoció que hay dos tipos de

poesía, una fácil y una difícil de comprender.

“Si es muy fácil porque sea totalmente superficial, no sirve para

nada. Si es fácil porque se llegó a la posibilidad de comunicar algo de

una manera precisa y profunda, entonces es para todos. La poesía

difícil, si encierra verdaderamente lo grandioso o lo incomprensible por

grandioso, entonces uno debe hacer lo posible por entenderla, pero si

es difícil porque la gente no supo expresarse, uno la debe descartar”.


En su primer libro Corazón transfigurado, la poeta reconoció

que quiso dar evidencia de su buen manejo del endecasílabo, de

que tenía hermosas imágenes que expresar y aunque abordaba sus

preocupaciones fundamentales, reconoció, “no era yo precisamente”.

Quien escribe poesía, debe tener una voz, la cual resulta de lo

más íntimo del ser, por ello, comenzó a escribir de otro modo, “porque

mi preocupación es escribir de la manera más sencilla, no simple. Sí,

que sea poesía, sí, que tenga emoción, pero que sea para un lector

que no está avezado en entender unas imágenes que, en primer lugar,

ni le digan tanto”.

Porque la poesía, aclaró, debe ser “esencial, emotiva, verdadera,

de manera que no haga exclamaciones que no siente, ni tampoco

que no se atreva a decir”. Por ello en su escritura hay dos líneas

fundamentales: una hacia el sueño y los valores, como el de la belleza

y la otra es “una forma de comprender o de imaginar a todos los que

escriben y a los que no escriben, a los que sufren, a los que han

muerto”.

Lo más importante para Dolores Castro es la esperanza y confía

en que mediante la educación, sea familiar, escolar, social o política,

“todo cambie, todo se me puede derrumbar menos la esperanza,

y creo que precisamente es la poesía, la que tiene un sueño muy

cercano a los valores y que perseguir esos valores, es una de las

principales tareas del poeta, defenderlos, enunciarlos, expresarlos con

emoción, comunicarlos”.

En este sentido, señaló que la literatura es la principal vía de

educación, pues quien lee aumenta en gran parte su dimensión de la

vida y la lectura “es la salvación para sacarnos de un mundo extraño”.

Amante de la literatura del siglo de oro español, con siete hijos y luego

de la muerte de su marido, Dolores Castro confesó que continuamente

tuvo la visita de esa hermosa señora llamada Pobreza y tuvo que

trabajar a marchas forzadas para sacar adelante a su familia.


Como maestra de talleres de literatura, “llegaba arrastrando la

cobija y daba la clase quién sabe cómo”, lo cual la llevó a impartirlos

en todo México, “sólo Sonora me faltó”. Con Alejandro Avilés, participó

en un programa de poesía en Canal 11 y también tuvo programas

especiales en Radio Educación.

Al mismo tiempo, siguió escribiendo, “seguí publicando, ya

empezaban a pedirme para antologías”, pero desde hace un año, en

que “me empezaron a premiar, ya no pude volver a escribir, porque

tenía mil cosas qué hacer”.

Sin embargo, tiene dos libros recientes: Algo le duele al

aire y Sombra domesticada. El primero es “para que la gente

se aproximara a los problemas y que no fuera violento, sino

misericordioso, y eso es Algo le duele al aire, le duele todo lo que

ocurre en este momento, las muertes y todo lo demás. El segundo,

más que libro es una plaqueta, es un poco una crítica al segundo

milenio tan festejado. Pero en ninguno de mis libros pierdo la

esperanza, aunque sea un poco arbitrario decirlo, puedo perder la fe

pero no la esperanza”.

Además de escribir poesía, la autora incursionó en la novela,

con La ciudad y el viento de 1962, la cual sufrió varias críticas

porque era “muy poética”. Ahí, el personaje principal es la ciudad de

Zacatecas, donde Dolores Castro, nacida en Aguascalientes, pasó su

primera infancia.

Los terribles enfrentamientos que se dieron en esa ciudad en

el terreno de las ideas, la religión y la violencia, “ese odio, es lo que

ahí quiero mostrar, la forma absurda de matar por convicciones, unas

convicciones que son de gente completamente obtusa, por falta de

educación”.


Ahora, Dolores Castro sigue escribiendo, pero aclara que se

dedica a “lo que no corresponde a mi vocación: prólogos, criticas, me

pidieron una biografía, no tengo, yo nunca he escrito biografías, ahí

están mis poemas, esa es mi biografía”.

Y es que para escribir poesía, dijo, “uno tiene que concentrarse,

la primera concentración es para la imagen que debe surgir como

poema, la cual a veces se fuga” y aunque antes se despertaba a las 4

de la mañana y se levantaba para escribirla, ahora dice “mañana me

acordaré y ya no me acuerdo”.

A sus 92 años y con diabetes, la escritora aseguró que no hay

muchos diabéticos con esa edad y que actualmente sus días son más

lentos, pero los aborda “con ganas de seguir viviendo, no con miedo a

la muerte, sé que llega, pero tengo ganas de seguir viviendo, porque la

vida es un milagro”.

Entre su amplia producción poética destacan los libros El

corazón transfigurado, Dos nocturnos, La tierra está sonando, Qué es

lo vivido, No es el amor el vuelo, Sonar en el silencio, Oleajes, Íntimos

huéspedes, Algo le duele al aire y Sombra domesticada, además

de las antologías Obras completas, A mitad de un suspiro y La vida

perdurable.

Por ellos, se ha hecho acreedora a galardones como el Premio

Nacional de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz, el Premio Nacional

de Poesía Mazatlán en 1980, el Premio III Nezahualcóyotl en 2004,

el Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde 2013 y

el año pasado, recibió el Nacional de Ciencias y Artes en el área de

Lingüística y Literatura.

Su nombre engalana dos premios de poesía, el Estatal de

Poesía Dolores Castro que otorga el Instituto Tlaxcalteca de Cultura

y el Conaculta, y el Premio Dolores Castro de Narrativa y Poesía

Escrita por Mujeres que otorga el Ayuntamiento del Municipio de


Aguascalientes.

AGB

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