Las palabras son música e imagen, asegura
La poesía nos permite amar la vida, conociéndola mejor: Dolores Castro
• La escritora, reconocida con el Premio Nacional de Ciencias
y Artes 2014, cumple este 12 de abril, 92 años de vida
• El papel del poeta, dijo, es perseguir los
valores, defenderlos, enunciarlos y expresarlos con
emoción
Una gran sensibilidad y un constante contacto con la lectura suscitaron
en Dolores Castro su interés por escribir poesía, para lo cual, dijo, es
necesario aprender a manejar la lengua, pues no sólo se trata de tener
algo qué decir, sino también de saber cómo decirlo.
Nacida en Aguascalientes el 12 de abril de 1923 y con más de
20 libros sobre todo de poesía, pero también de novela y ensayo,
la autora señaló en entrevista con el Conaculta que “escribí lo que
verdaderamente quise decir”.
Para Dolores Castro todo fue importante, primero los estudios.
En la secundaria conoció a Rosario Castellanos, con quien formó parte
del Grupo Ocho Poetas Mexicanos, que “fue muy importante para mí,
porque fue mi amiga y en buena parte maestra”.
Estudió Leyes y Literatura Española, viajó a España y cuando
regresó a México se dedicó a trabajar en temas relacionados con
las letras, en la radio, en revistas de literatura y en la impartición de
talleres.
Y es que ella, apuntó, eligió “vivir y contar”, por lo que con siete
hijos, primero tenía que cambiar un pañal y luego escribir el poema
que le había llegado, porque para la autora, la poesía es “un camino
para conocer y para conocerse, porque nos permite descubrir más
sobre la vida en todas sus manifestaciones, uno puede mediante la
imaginación, ir hacia la vida de la tierra, del agua, de las plantas, de
los animales, pero sobre todo del hombre y de la mujer, porque ¡viva la
diferencia, si somos diferentes!”.
La poesía, dijo, también permite “conocer mejor el mundo, en
lo entrañable, en lo mágico, en lo maravilloso” y sirve para escuchar,
toda vez que las palabras son música e imagen, por su sonido y por lo
que despiertan.
En este sentido, indicó que el poeta es una persona que
constantemente se hace preguntas, “quién soy, qué hago aquí, hacia
dónde voy, qué es lo que me circunda” y entonces, expuso, el mundo
de cada persona que vive y que escribe la poesía, se enriquece de
una manera extraordinaria y nos permite amar la vida, conociéndola
mejor, sabiendo que es un milagro y al conocer mejor la vida propia,
uno también puede reconocer mejor y respetar más la vida de los
demás.
Al leerla, la poesía se convierte en una especie de contagio, por
la emoción que transmite logrando una comunicación más inmediata
con la gente. Sin embargo, la escritora reconoció que hay dos tipos de
poesía, una fácil y una difícil de comprender.
“Si es muy fácil porque sea totalmente superficial, no sirve para
nada. Si es fácil porque se llegó a la posibilidad de comunicar algo de
una manera precisa y profunda, entonces es para todos. La poesía
difícil, si encierra verdaderamente lo grandioso o lo incomprensible por
grandioso, entonces uno debe hacer lo posible por entenderla, pero si
es difícil porque la gente no supo expresarse, uno la debe descartar”.
En su primer libro Corazón transfigurado, la poeta reconoció
que quiso dar evidencia de su buen manejo del endecasílabo, de
que tenía hermosas imágenes que expresar y aunque abordaba sus
preocupaciones fundamentales, reconoció, “no era yo precisamente”.
Quien escribe poesía, debe tener una voz, la cual resulta de lo
más íntimo del ser, por ello, comenzó a escribir de otro modo, “porque
mi preocupación es escribir de la manera más sencilla, no simple. Sí,
que sea poesía, sí, que tenga emoción, pero que sea para un lector
que no está avezado en entender unas imágenes que, en primer lugar,
ni le digan tanto”.
Porque la poesía, aclaró, debe ser “esencial, emotiva, verdadera,
de manera que no haga exclamaciones que no siente, ni tampoco
que no se atreva a decir”. Por ello en su escritura hay dos líneas
fundamentales: una hacia el sueño y los valores, como el de la belleza
y la otra es “una forma de comprender o de imaginar a todos los que
escriben y a los que no escriben, a los que sufren, a los que han
muerto”.
Lo más importante para Dolores Castro es la esperanza y confía
en que mediante la educación, sea familiar, escolar, social o política,
“todo cambie, todo se me puede derrumbar menos la esperanza,
y creo que precisamente es la poesía, la que tiene un sueño muy
cercano a los valores y que perseguir esos valores, es una de las
principales tareas del poeta, defenderlos, enunciarlos, expresarlos con
emoción, comunicarlos”.
En este sentido, señaló que la literatura es la principal vía de
educación, pues quien lee aumenta en gran parte su dimensión de la
vida y la lectura “es la salvación para sacarnos de un mundo extraño”.
Amante de la literatura del siglo de oro español, con siete hijos y luego
de la muerte de su marido, Dolores Castro confesó que continuamente
tuvo la visita de esa hermosa señora llamada Pobreza y tuvo que
trabajar a marchas forzadas para sacar adelante a su familia.
Como maestra de talleres de literatura, “llegaba arrastrando la
cobija y daba la clase quién sabe cómo”, lo cual la llevó a impartirlos
en todo México, “sólo Sonora me faltó”. Con Alejandro Avilés, participó
en un programa de poesía en Canal 11 y también tuvo programas
especiales en Radio Educación.
Al mismo tiempo, siguió escribiendo, “seguí publicando, ya
empezaban a pedirme para antologías”, pero desde hace un año, en
que “me empezaron a premiar, ya no pude volver a escribir, porque
tenía mil cosas qué hacer”.
Sin embargo, tiene dos libros recientes: Algo le duele al
aire y Sombra domesticada. El primero es “para que la gente
se aproximara a los problemas y que no fuera violento, sino
misericordioso, y eso es Algo le duele al aire, le duele todo lo que
ocurre en este momento, las muertes y todo lo demás. El segundo,
más que libro es una plaqueta, es un poco una crítica al segundo
milenio tan festejado. Pero en ninguno de mis libros pierdo la
esperanza, aunque sea un poco arbitrario decirlo, puedo perder la fe
pero no la esperanza”.
Además de escribir poesía, la autora incursionó en la novela,
con La ciudad y el viento de 1962, la cual sufrió varias críticas
porque era “muy poética”. Ahí, el personaje principal es la ciudad de
Zacatecas, donde Dolores Castro, nacida en Aguascalientes, pasó su
primera infancia.
Los terribles enfrentamientos que se dieron en esa ciudad en
el terreno de las ideas, la religión y la violencia, “ese odio, es lo que
ahí quiero mostrar, la forma absurda de matar por convicciones, unas
convicciones que son de gente completamente obtusa, por falta de
educación”.
Ahora, Dolores Castro sigue escribiendo, pero aclara que se
dedica a “lo que no corresponde a mi vocación: prólogos, criticas, me
pidieron una biografía, no tengo, yo nunca he escrito biografías, ahí
están mis poemas, esa es mi biografía”.
Y es que para escribir poesía, dijo, “uno tiene que concentrarse,
la primera concentración es para la imagen que debe surgir como
poema, la cual a veces se fuga” y aunque antes se despertaba a las 4
de la mañana y se levantaba para escribirla, ahora dice “mañana me
acordaré y ya no me acuerdo”.
A sus 92 años y con diabetes, la escritora aseguró que no hay
muchos diabéticos con esa edad y que actualmente sus días son más
lentos, pero los aborda “con ganas de seguir viviendo, no con miedo a
la muerte, sé que llega, pero tengo ganas de seguir viviendo, porque la
vida es un milagro”.
Entre su amplia producción poética destacan los libros El
corazón transfigurado, Dos nocturnos, La tierra está sonando, Qué es
lo vivido, No es el amor el vuelo, Sonar en el silencio, Oleajes, Íntimos
huéspedes, Algo le duele al aire y Sombra domesticada, además
de las antologías Obras completas, A mitad de un suspiro y La vida
perdurable.
Por ellos, se ha hecho acreedora a galardones como el Premio
Nacional de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz, el Premio Nacional
de Poesía Mazatlán en 1980, el Premio III Nezahualcóyotl en 2004,
el Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde 2013 y
el año pasado, recibió el Nacional de Ciencias y Artes en el área de
Lingüística y Literatura.
Su nombre engalana dos premios de poesía, el Estatal de
Poesía Dolores Castro que otorga el Instituto Tlaxcalteca de Cultura
y el Conaculta, y el Premio Dolores Castro de Narrativa y Poesía
Escrita por Mujeres que otorga el Ayuntamiento del Municipio de
Aguascalientes.
AGB