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Musica 2016-06-10 19:32

Exitoso estreno mundial de Las cuatro estaciones del latin jazz

Exitoso estreno mundial de

Las cuatro estaciones del latin jazz





o A cargo de la Orquesta de Cámara de Bellas Artes y el Pepe Rivero Quintet



o Posteriormente interpretarán esta obra en Madrid, El Escorial, Barcelona y Bilbao







Cuando se pensaba que todo estaba dicho acerca de Las cuatro estaciones, la obra barroca más conocida en el mundo del italiano Antonio Vivaldi (1678- 1741), llegó Clazz Latin Jazz México 2016 y se escribió una nueva página.



La noche del jueves, el Teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque y cientos de personas fueron testigos del estreno mundial de Las cuatro estaciones del latin jazz, delirante obra compuesta por el cubano Pepe Rivero a partir de los conciertos de Vivaldi.



El virtuoso del piano, acompañado de su Quinteto y de la Orquesta de Cámara de Bellas Artes (OCBA) brindó un concierto que sus propios promotores calificaron al principio de “locura” y terminó siendo “una delicia americana”.



Vivaldi escribió, entre 1723 y 1725, doce conciertos reunidos en el libro La prueba de la armonía y de la invención. Los cuatro primeros llevan el nombre de las estaciones del año.



Y Pepe Rivero y sus invitados dieron fe precisamente de ello: de la certeza de la armonía y la invención, llevadas a ritmos característicos de cuatro países de América: La primavera en Cuba, El verano en Brasil, El otoño en Argentina y El invierno en Nueva York.



Despierta la primavera, se oye el canto de los pájaros…



Pepe Rivero y Christian Gohmer, director huésped de la OCBA, cruzan el escenario. Toman sus lugares. Destacan dos violines solistas. Se oyen las notas del piano, se incorpora la batería y la orquesta entera.



Inicia así el viaje en allegro que Vivaldi nunca realizó. Y pronto se dejan escuchar las líneas melódicas y atmosféricas del italiano aderezadas por ritmos caribeños como el son montuno, el danzón, la guajira y el bolero, reminiscencias de la conga y breves citas textuales de Cielito lindo y Son de la loma. El público aprueba con sonados aplausos la primera estación.



Pepe Rivero hace una pausa para conversar con el público. Es la segunda vez que está en el Teatro Julio Castillo y se siente como en casa. “Esto lo hacemos con mucho respeto a Vivaldi y espero que les esté gustando. El primer ensayo lo hicimos fácil y rápido. La música es un lenguaje universal”, dice e invita a la siguiente parada.



Cantan el cuco, la tórtola, el jilguero…



El verano está dedicado a Brasil y sus ritmos frenéticos que de inmediato llenan la sala. Muchas percusiones y bajo eléctrico –también el silbato-- para desplegar la maravilla de la música brasileña, producto de la fusión de ritmos europeos, africanos e indígenas.



Y así se desprenden las notas del bossa nova, la samba y en especial el frevo, ese ritmo nacido en Recife a finales del siglo XIX. Juntos dan vida a la batucada, al carnaval y al calor del verano en las playas de Río, con solos de batería (con partitura electrónica) y percusiones, como dicta el protocolo.



“Se me ocurrió que Vivaldi también fuera a Argentina”, explica Rivero mientras presenta a algunos de sus acompañantes: Iván Ruiz en el contrabajo, Yuvisney Aguilar en las percusiones, Georvis Pico en batería y Eduardo Coma en el violín. Junto a él, el concertino de la OCBA, Vladimir Tokarev.



Los campesinos cantan y bailan; la cosecha ha sido buena…



La tercera estación, El otoño, encuentra cobijo en Argentina. Aquí, se hace un homenaje a Astor Piazzolla, referencia obligada de la música de ese país, quien también sucumbió ante Vivadi con sus Cuatro estaciones porteñas.



No hay bandoneones, pero sí una conjunción de orquesta de cámara y quinteto de jazz que hacen sentir de entrada el frenesí del tango y la milonga, la vidala y la chacarera, pero también el carácter sentimental, nostálgico, casi dramático de los ritmos característicos que cultivaron figuras míticas como Carlos Gardel y Osvaldo Pugliese.



Cae la nieve; se desata la tormenta; hay que moverse para combatir el frío…



La última parada de Las cuatro estaciones del latin jazz es Nueva York, ese conglomerado de culturas que anida infinidad de historias, de herencias y expresiones artísticas, punto fundamental para el desarrollo del jazz clásico surgido en otra ciudad: Nueva Orleans, y también de ritmos caribeños, recuerda Pepe Rivero.



En homenaje a quienes han contribuido a construir la ciudad de los rascacielos, Yuvisney Aguilar, percusionista cubano, hace gala de otra de sus virtudes: el canto. Así, de entrada, entona algunos cantos de origen africano, acompañado de tambores. Luego se desata una tormenta de expresiones musicales que incluyen algo de blues, boogaloo, merengue, un poco de swing y conga: el jazz latino en toda su extensión.



Largos aplausos prodiga el público que aún quiere más y hace volver a los músicos al escenario, esta vez para regalar, con la OCBA, un preludio de Chopin y luego El vuelo del moscardón, de Rimsky-Korsakov, evidentemente, impregnados de jazz latino.



Pero el viaje de Las cuatro estaciones del latin jazz continuará, posteriormente en Europa, cuando en los próximos días Pepe Rivero y su Quinteto se presenten en Madrid, El Escorial, Barcelona y Bilbao.



Mientras tanto, el festival de jazz latino más importante del mundo continuará este viernes en el Teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque con la presentación de Poncho Sánchez and his Latin Jazz Band y el sábado con Iván Melón Lewis & The Lonely Jazz Club Band.

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