Celebran “la gloria y la grandeza” del Conservatorio Nacional de Música en su 150 aniversario de vida
o Orquesta Sinfónica Nacional, Coro del Teatro de Bellas Artes, Schola Cantorum, solistas cantantes y percusionistas celebraron Concierto de Gala en el Palacio de Bellas Artes
Para celebrar “la gloria y la grandeza” del Conservatorio Nacional de Música (CNM) en su 150 aniversario, el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) llevó a cabo un magno Concierto de Gala Conmemorativo en el que participaron la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) y un destacados grupo alumnos de dicho centro de estudios, acompañados por renombrados solistas y grupos corales.
El festejo se llevó a cabo el miércoles por la noche en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes y a ella asistieron la directora general del INBA, María Cristina García Cepeda; el subdirector general de Bellas Artes, Sergio Ramírez Cárdenas, y el director del CNM, David Rodríguez de la Peña, además de un numeroso contingente de alumnos, maestros y comunidad del Conservatorio que aplaudió cada interpretación.
En la primera parte del concierto, la OSN, bajo la dirección de su titular, Carlos Miguel Prieto, interpretó Sensemayá, una de las obras más importantes del compositor mexicano Silvestre Revueltas, quien la escribió entre 1937 y 1938 al tomar como punto de partida un poema del escritor cubano Nicolás Guillén. Este número fue el preámbulo a un programa que se caracterizó por la notable presencia de las secciones de metales y percusiones de la orquesta.
La segunda obra marcó uno de los momentos más brillantes y festivos de la noche: La gloria y la grandeza, concierto para tres percusionistas y orquesta, del compositor estadounidense Russell Peck, en la que tomaron parte tres destacados egresados del CNM: los percusionistas Julián Romero, Eduardo Chávez y Esteban Solano, considerados entre los mejores en su especialidad en todo el mundo, quienes recibieron elogiosos aplausos del público desde su aparición en el escenario del Palacio de Bellas Artes.
Los solistas aquí ocuparon en lugar especial en el escenario, al frente de la orquesta, en el que se desplazaron de un punto a otro para dar rienda suelta a la emoción y para mostrar su dominio de la técnica en instrumentos de percusión como la marimba, el vibráfono, los timbales, tambores, bombos, platillos, claves, cencerros, panderos y otros, requeridos por la obra.
El momento cumbre de la noche fue, sin duda, Carmina Burana, una de las obras más populares del siglo XX, creada por Carl Orff. Aquí se sumaron a la OSN alumnos destacados del CNM. El director artístico de la orquesta resaltó, en breve intervención hablada previo a la tercera obra del programa, la conjunción de varias generaciones de músicos, de padres e hijos que han hecho de la música su forma de vida.
Y dijo: “Gracias al INBA y al Conservatorio por este concierto, por tener la iniciativa de organizarlo para celebrar a nuestro Conservatorio Nacional de Música, y gracias al público por acompañarnos en esta gran celebración.
“Estamos de manteles largos porque, además, esta es la conjunción afortunada de músicos de la OSN con un grupo de mucho talento de estudiantes del CNM que se han integrado a la orquesta para esta ocasión.
“Esto es algo muy especial porque deja ver cómo permea el Conservatorio en las nuevas generaciones de músicos, porque quiero comentarles que aquí hay un padre y una hija que forman parte esta noche de la misma orquesta: la Sinfónica Nacional, algo que al menos a mí nunca me había tocado presenciar”.
Luego vino Carmina Burana con su estruendo de metales y percusiones y con las intervenciones solistas de la soprano Rosalinda Treviño, el tenor Víctor Hernández y el barítono Josué Cerón, así como el Coro del Teatro de Bellas Artes, con dirección huésped de Christian Gohmer, y la Schola Cantorum de México.
Fue una noche de emociones encontradas, de nostalgias y alegrías, tanta que en un momento Carlos Miguel Prieto hizo una especie de sketch con los cantantes y hasta bailó en el escenario una danza de Carmina Burana con la concertino invitada, Marta Olvera.
Pero sin duda, la noche fue de los percusionistas invitados del CNM: Julián Romero, Eduardo Chávez y Esteban Solano, quienes en su momento fueron ovacionados y requeridos para dar una probada más, la fanfarria final, de La gloria y la grandeza.
Julián Romero Pacheco expresó: “El autor compuso esta obra en 1988, justo el año que yo ingresé al Conservatorio. Era amigo de un percusionista quien se lo encargó y la hizo. Como buen compositor norteamericano, hace un buen uso de los metales y las percusiones, que es con lo que inicia, y así los lleva a un clímax en el que participa toda la orquesta.
“El título refleja precisamente eso: la gloria y la grandeza de lo que es el Conservatorio para la música de nuestro país. Es un homenaje a nuestra escuela. Cuando hablé con el director de la OSN es lo que me dijo: esa obra, con su título, queda muy bien para lo que representa hoy el Conservatorio, el edificio, su historia, sus resultados y su comunidad entera. Por eso la hicimos”.
Por su parte, José Eduardo Chávez agregó que la obra en sí tiene un tiempo marcado desde un principio y “lo que hicimos fue llevar el metrónomo poco a poco, de muy lento hasta muy rápido, para obtener la velocidad necesaria y así dar a conocer al público lo que el compositor intentó en cada nota: una sensación de grandeza y poderío”.
Mientras que Esteban Solano Casillas externó: “Para nosotros ha sido una experiencia grandiosa porque es el resultado de muchos años de estudio y ensayo, y sentimos que logramos una gran comunicación con el público. Fue maravilloso que la gente aplaudiera pidiendo un bis. La obra es eso: el reflejo de la gloria y la grandeza y eso fue lo que yo pude sentir en el escenario”.
Al final, orquesta, coros y solistas se unieron al público en la interpretación de las tradicionales Mañanitas por el 150 aniversario del Conservatorio Nacional de Música.