Publicado por Almadía
Solsticio de infarto reúne varia creación y testimoniales de Jorge F. Hernández
ï‚· Un percance cardiovascular abrió en el escritor y periodista
un ciclo de reflexión sobre los más diversos temas
Que haya azar, sin destino, así traduce el escritor Jorge F. Hernández,
el milenario principio chino: “Yuanfen”, en su libro Solsticio de infarto,
editado por el sello Almadía.
Ese inmaterial capricho de la existencia sostiene a los textos que
forman esta antología. Dos años de artículos publicados
semanalmente en la columna Aguas de azar que apareció durante 15
años en el periódico Milenio.
Yuanfen sugiere la libertad de todo para ser, aparecer o
desaparecer. Es un principio que manifiesta rotundamente el germen
de lo vital que se aplica a aquello que es. “Yuanfen la sincronía con la
que un lector se vuelve semejante e incluso corresponsal de un autor
admirado, aunque el destino y demás circunstancias determinen que
ambos han de permanecer separados. Yuanfen es en la mayoría de
los instantes precisos en que se ven por primera vez en el universo
dos seres que han de amarse eternamente”. Sí, ese hilo que enreda
nuestras existencias se corta en cualquier instante, no es destino, es
azar.
A voluntad de la fortuna, o chiripa, o serendipia, se le entregan a
Jorge F. Hernández los misteriosos vínculos de todos los temas. La
intertextualidad de la realidad y la existencia. Solsticio de infarto, se
asemeja a una excitante tómbola que nos entrega, análisis, ensayos,
despedidas, lances anecdóticos, fulguraciones de la revelación.
Desde el inocente ensueño de los dibujos animados, en el que la
imaginación de todos descansa y se deleita, despega el texto Medio
siglo en piedra. Hernández describe dando vida nuevamente a los
personajes y el mundo de Los Picapiedra, añora y con él nosotros, la
sencillez de esa vida, las brontohamburguesas, la amistad afable, la
infancia eternizada de Pebbles y Bam-bam. El transporte que no
contamina porque son los pies los que impulsan, el lavavajillas que es
la trompa de un elefante, el trabajo en la cantera…El trabajo en la
cantera, picando piedra, súbitamente ese universo imaginario ya no lo
es. Es la cotidiana realidad, es la condición humana, es el mito de
Sísifo…
La mitológica Fama ha sido representada, a veces, sosteniendo
dos trompetas, esto se debe a que puede pregonar o hacer público
tanto lo verdadero como lo falso. En su artículo, Perder la cabeza,
Jorge F. Hernández explora uno de los grandes temas de nuestros
días, estridente y por lo mismo grosero, el de la fama acompañada de
la impostura.
¿Qué hizo para ser famosa Alicia Esteve? No era actriz, no era
una figura pública. Empezó por cambiarse el nombre, y después se
situó en una de las más terribles escenas del siglo que corre:
septiembre 11. Esta inquietante radiografía de la mentira, incita al
lector a aceptar que esta nuestra sociedad se encuentra fuertemente
movida y motivada por la celebridad instantánea, a tal grado que es
sencillo aceptar o incluso permitir el engaño fácil.
Ralph Waldo Emerson un día se fue a vivir en los bosques, a
reconquistar a través de la naturaleza, su humanidad. Anthony Horton
hizo lo mismo, según nos relata Jorge F. Hernández en su pieza
Siempre carga una luz. Reafirmó que era humano en otro bosque, el
de los túneles subterráneos del Metro neoyorquino. A pesar de ser
considerado un sin hogar, Horton supo construirse uno en los oscuros
y misteriosos meandros de una selva profunda. No era un vagabundo,
era un artista, coautor del libro Pitch Black, una novela gráfica en la
que legó su mirada, su estancia en esta tierra oscura para millones.
Perviven sus recomendaciones para subsistir en cualquier circunstancia: todo se puede encontrar en medio de la basura.
Siempre carga una luz.
El solsticio es una cúspide suspendida, el Sol que se detiene
engolosinado en su poder y reino; el fenómeno se replica en el
microcosmos que es el cuerpo humano, y así nos hace circular el
escritor en Solsticio de infarto por el torrente del instante en que el
corazón estalla y la vida se va en sentido contrario: hacia la muerte.
“Tenía en las manos unos hermosos párrafos de un amigo escritor que
narraba el eterno retorno al Parque del Retiro en Madrid, la
continuidad de los parques de mi infancia en Washington y pensaba
sin poder creerlo que me iría con la palabra felicidad en los labios…”
Después de la parálisis el tiempo recomienza, y todo vuelve a ser
nuevo, y la intensidad de lo inmensamente pequeño se recupera.
“El desgarro del infarto provocó una suerte de despedida de mí
mismo”. A todo solsticio le corresponde un equinoccio, oscuridad
pasmada, alargada, los juegos de luz entre uno y otro se evidencian
en el acontecer de este escritor. Para recuperarse hay que dejarse ir.
Volverse nuevo. “Es un equinoccio emocional y cursi…no cambio de
estación, sino de vida. Atardecer del amanecer, escalera norte de una
pirámide, la cara de perfil al Sol.”. Es el inventario íntimo y honesto
que hace Hernández en Equinoccio emocional”.
Todo parece finito, pero las líneas que se cruzan y se enredan
en el universo que es la memoria son eternas e infinitas. Solsticio de
infarto, es un libro arterial, torrente que estalla y se bifurca en las
calles que son la vida. Adioses, nostalgias, re-conocimiento,
elecciones, música y estaciones.