ESPECIALISTA DEL INAH RECUPERA 100 AÑOS DE HISTORIA DE LA TALAVERA POBLANA
*** La doctora Emma Yanes Rizo indagó la procedencia de los artesanos españoles que llegaron
a Puebla en 1550 y dieron origen a esta loza de fama mundial
*** En México, este arte logró crear un estilo propio que le valió su denominación de origen en
1994
Las vajillas de talavera, donde lo mismo se sirve un chocolate espumoso que un chile en nogada,
obtuvieron su denominación de origen en 1994 por sus peculiares diseños; sin embargo, no se
sabía cómo empezó a producirse esta loza que ha dado fama mundial al estado de Puebla, por lo
que la investigadora Emma Yanes Rizo se dio a la tarea de rescatar un siglo perdido de su
historia.
La especialista del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) logró determinar
que en 1550 un pequeño grupo de artesanos provenientes de los talleres de Talavera de la Reina,
Sevilla y Génova se establecieron en la Nueva España, en particular en Puebla, y comenzaron a
producir la loza estannífera, la popular talavera.
“Los artesanos españoles aprovecharon el conocimiento prehispánico que tenían los
pueblos indígenas en el manejo de las arcillas, y lo incorporaron a sus talleres junto con el propio
personal europeo e incluso con esclavos negros. El resultado fue un producto original hoy
denominado talavera poblana”.
Existen registros desde 1550 que comprueban la presencia de loceros en Puebla, sitio que
facilitó la producción de la loza y el acceso a la materia prima; además esta urbe novohispana
ocupó un lugar comercial estratégico, debido a que se construyó como un punto intermedio entre
la Ciudad de México y Veracruz, destacó Yanes Rizo.
Al principio, los artesanos procedentes de España produjeron tanto objetos de loza como
de cañería; la ciudad, en pleno proceso de construcción, requería tubería para llevar agua a los conventos, iglesias y casas de los principales. “En forma simultánea hacían tubería de barro,
cazuelas y jarros, y después empezaron a trabajar la loza fina.
“Una pieza de tubería de barro era tan valiosa como una vajilla, porque el barro con el que
hacían un plato correspondía a la misma cantidad de material con el que hacían una cañería. En
el caso de la loza fina, en la medida en que se agregaban materiales cotizados como el estaño y
el cobalto, las piezas subían de precio”, puntualizó la especialista de la Dirección de Estudios
Históricos (DEH).
Las familias de altos recursos aspiraban a tener una vajilla de porcelana o de loza fina
europea, pero el viaje de ida y vuelta al Viejo Continente era muy largo, y si una pieza se
quebraba debían conseguir otra. Esa fragilidad de la cerámica permitió el desarrollo de la
producción de talavera, porque salía más barato hacer un plato nuevo localmente que traerlo de
fuera. Así empezó a generarse esta industria”, indicó la historiadora.
Señaló que la originalidad en los diseños de la talavera poblana se debió a que en un solo
taller novohispano en la Angelópolis trabajaban maestros de Talavera de la Reina y de Sevilla, e
incluso de Génova. Esta combinación provocó una fusión de técnicas y el surgimiento de una
producción original y distinta de la europea.
Para 1620, los talleres iniciados por un puñado de españoles ya habían pasado a sus hijos
o aprendices, generalmente criollos y mestizos, por lo que en esa época hubo una generación de
maestros mexicanos que crearon su propio estilo, dijo Emma Yanes.
Los artesanos buscaban elaborar piezas más ricas que las traídas de España, y
empezaron a crear loza con el azul cobalto abultado. Aplicando cobalto y estaño, lograron la
textura lo que implicaba una ostentación extrema, no sólo por el barroquismo de las piezas, sino
por el uso exagerado de esos minerales.
La talavera se utilizó tanto en vajillas como en contenedores para los hospitales, e incluso
para el traslado del vino y el pulque, añadió. También se aplicó en los azulejos, primero dentro de
los inmuebles, por ejemplo en cocinas, fuentes y altares, y después, principalmente en el siglo
XVIII, en las fachadas de casas e iglesias.
Al paso del tiempo, el concepto de vajilla cambió, puesto que en el siglo XVI el servicio de
la mesa era muy elemental: consistía en una escudilla, una especie de plato sopero y otro más un
poco extendido, un especiero y una fuente al centro, pero esto poco a poco se transformó y se
hizo más compleja la producción de plato, platito, platón, taza, tacita etc., lo que propició que en el
siglo XVIII la loza estannífera alcanzara auge y gusto entre la sociedad con mayores recursos en
la Nueva España, concluyó Yanes Rizo.
La investigadora de la DEH recabó estos datos para su tesis doctoral en el Archivo de
Notarías de Puebla, en el Centro de Estudios de San Ángel de Grupo Carso, en el Archivo de
Indias de Sevilla y el Archivo Judicial del INAH Puebla, y recurrió a vestigios de tiestos
arqueológicos de loza fina de los últimos salvamentos arqueológicos en el Centro Histórico de la
ciudad de Puebla, donde se encontraron gran cantidad de fragmentos de mayólica del siglo XVI al
XVIII.