Del 19 al 21 de noviembre en Sonora
Las misiones, referente de identidad del noroeste de México
· Inició el X Foro de Misiones del Noroeste de México con el fin de apoyar la investigación,
protección y divulgación de este patrimonio inmaterial
· Pueblos yaquis y mayos han conservado celosamente hasta nuestros días tradiciones aprendidas
y negociadas en los antiguos sitios de evangelización de los jesuitas hace 400 años
Uno de los referentes de identidad más fuerte de los pueblos de Sonora y del noroeste de México son las
misiones: empresa evangelizadora para los confines incógnitos del norte, precursora de un valioso
patrimonio material e inmaterial que han conservado celosamente hasta nuestros días los yaquis, mayos
y pimas, además de los pueblos mestizos, con los preceptos aprendidos de los evangelizadores hace casi
400 años y refuncionalizados por ellos.
Así lo explica la historiadora Raquel Padilla Ramos, coordinadora académica del Foro de
Misiones del Noroeste de México, que ayer inició su décima edición en la ciudad de Hermosillo,
Sonora, organizado por el gobierno del estado a través del Instituto Sonorense de Cultura, el Fondo
Regional para la Cultura y las Artes del Noroeste, el Instituto Nacional de Antropología e Historia
(INAH) y la Sociedad Sonorense de Historia.
El objetivo del Foro Regional ―celebrado cada dos años― es apoyar la investigación,
protección y divulgación de este patrimonio existente en Sonora y en todo el noroeste de México: Baja
California Sur, Baja California, Chihuahua, Durango y Sinaloa, donde se encuentra la mayor parte de
misiones.
La misión fue una de las instituciones socioeconómicas más importantes en la conquista del
norte de México. Su estudio e investigación es primordial para entender los diversos procesos del
desarrollo cultural, social y económico de esa región distante, árida y problemática para establecer
asentamientos permanentes, donde el avance del ejército español se estancó.
Fueron los jesuitas, franciscanos y dominicos quienes entre los siglos XVII y XIX conformaron
la ruta de establecimientos que relativamente facilitó la tarea de evangelizar a los indígenas y enseñarles o imponerles otros modos de vida. Esas rutas misionales constituyen uno de los más importantes
legados culturales de la época colonial.
Templos, cementerios, objetos litúrgicos, pinturas, esculturas y algunos retablos no son todo el
acervo; también están las fiestas patronales, los oficios y talleres, la música, las danzas, la comida
representada con platillos como el menudo, la gallina pinta (un caldo con carne, frijoles y granos de
maíz nixtamal) y las tortillas de harina, dice la coordinadora académica del encuentro e investigadora
del INAH, Raquel Padilla Ramos.
Desde 2002, el Foro de Misiones del Noroeste de México convoca a especialistas en dicha
herencia cultural: arquitectos, historiadores, antropólogos y arqueólogos, quienes se reúnen para
reflexionar e intercambiar puntos de vista sobre el avance de sus investigaciones y presentar ponencias
dirigidas a todo público con la finalidad de dar difusión a este patrimonio.
En el X Foro se darán a conocer trabajos recientes. Se hablará también de los proyectos de
conservación y restauración que se llevan a cabo en la arquitectura misional, tanto en edificaciones que
continúan abiertas al servicio religioso como en las que han sido habilitadas como espacios culturales,
así como en bienes muebles de distintos templos. El registro y protección de esos acervos serán otros
temas para reflexionar, así como los trabajos de carácter antropológico.
Esta edición se dedica a la memoria de Julio Montané Martí, investigador del INAH-Sonora
fallecido en diciembre de 2013 que legó grandes aportaciones al conocimiento del noroeste de México y
una amplia bibliografía, referencia obligada para los estudioso de la protohistoria de esta área del país.
En este marco se presentarán dos libros: Las misiones jesuíticas de Sinaloa. Pasado y presente
de los monumentos históricos, del arqueólogo Joel Santos Ramírez, y El sistema jesuítico misional en el
noroeste novohispano. La provincia Tepehuana, Topia y San Andrés (1596-1767), de José de la Cruz
Pacheco.
Raquel Padilla comenta que tan sólo en Sonora existe un universo aproximado de 120 misiones.
Algunas edificaciones sobrevivieron en buen estado de conservación, de otras quedan algunos vestigios
arquitectónicos y de otras más sólo el registro histórico, debido a que se encontraban en lugares
apartados y quedaron abandonadas hace siglos por misioneros e indígenas.
La estudiosa menciona distintas regiones del estado donde se constituyeron estas empresas
evangelizadoras. Por su arquitectura destacan las de la Pimería Alta, fundadas por el padre Eusebio
Francisco Kino, actualmente abiertas al culto bajo resguardo de la Iglesia católica. También están las de
la sierra, río Sonora y río Mayo.
Caso especial son los pueblos del área yaqui: misiones vivas a pesar de carecer de templos que
daten de la época misional, pues todos fueron arrasados por las crecientes del río Yaqui o por las
guerras: Cócorit (chile), Bácum (laguna), Tórim (rata de campo) único pueblo donde se conserva un
recinto religioso, Vícam (punta de flecha), Pótam (topo), Rahum (objetos sobre el agua), Huírivis (pájaro huitlacoche) y Belem, orden en que fueron fundadas como pueblos de misión, casi todas en el
actual municipio de Guaymas.
“De esas misiones emergen algunos elementos de identidad más fuertes de los pueblos yaquis
debido a la religiosidad”, dice Padilla y explica que en esos lugares continúan realizándose
celebraciones como la Cuaresma y Semana Santa, tal como fueron aprendidas de los jesuitas; por eso,
durante las festividades se escuchan cantos en latín interpretados en semitonos.
La investigadora destaca que en Sonora y en Sinaloa la mayoría de los pueblos mayos y yaquis
fueron fundados como misión; al principio de la colonización eran rancherías dispersas, y con la llegada
de los religiosos sufrieron una reordenación territorial para ser evangelizados.
“Después de la expulsión jesuita en 1767, ordenada por el rey de España, los indígenas tomaron
el control prácticamente total de su religiosidad a la manera como los ignacianos los enseñaron porque a
diferencia de otras misiones, donde los franciscanos continuaron la labor de evangelización iniciada por
jesuitas, en la región yaqui hubo muy poca continuidad por parte de las órdenes religiosas”.
El antropólogo José Luis Perea, director del Centro INAH-Sonora, destaca también el hecho de
que los yaquis encuentran la prolongación de su identidad en el patrimonio histórico y detalla que, en el
pueblo de Tórim, el INAH trabaja una de las primeras experiencias de restauración de imágenes
religiosas con población de esa etnia.
“Un gran trabajo de vinculación con comunidades que ha permitido la restauración de esculturas
de los siglos XVII y XVIII llevadas a Sonora por los jesuitas y que se siguen usando en fiestas y
procesiones hasta la actualidad”.