Avanza el análisis del fardo mortuorio hallado en Zimapán, Hidalgo
· El estudio confirma que era un individuo de sexo masculino y probablemente seminómada, que
finalizaba su segunda década de vida
· Se utiliza papel japonés para devolverle la estructura y cohesión a la pieza que lo envolvía
Los estudios realizados a los restos óseos de un fardo mortuorio hallado hace año y medio en un abrigo
rocoso de la comunidad de El Saucillo, municipio de Zimapán, Hidalgo, han arrojado los primeros
resultados preliminares. Los expertos que conforman el equipo interdisciplinario encargado de la
conservación, restauración e investigación confirman que es una osamenta prehispánica de un individuo
masculino que finalizaba la segunda década de su vida y que muy probablemente fue seminómada,
porque los rasgos del cráneo no concuerdan con los de los grupos mesoamericanos.
Los especialistas, coordinados por Luisa Mainou, restauradora de la Coordinación Nacional de
Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) del Instituto Nacional de Antropología e Historia
(INAH), indicaron que es uno de los esqueletos más completos que se han encontrado, cuya antigüedad
aún no se ha determinado.
Luisa Mainou dijo que no es común que se abran los fardos para intervenirlos. No obstante, éste
ha brindado la oportunidad de hacerlo, porque fue cortado con un objeto punzocortante por un miembro
de la comunidad de El Saucillo en el momento en que lo encontró en el abrigo rocoso.
“Levantamos la parte superior del petate y la tilma que ya estaban separados por el corte y
procedimos a extraer la osamenta en orden anatómico, comenzando por la cabeza hasta retirar el último
hueso de los pies. Durante la operación encontramos restos de tejido blando, que resguardamos de
manera especial con la finalidad de preservarlos y realizar distintos estudios”.
La investigadora precisó que, si bien la apariencia de los esqueletos antiguos puede indicar
buenas condiciones de preservación, lo cierto es que se desmineralizan y la colágena se degrada. Por
ello, el esqueleto de Zimapán fue intervenido por medio de remineralización y bioconsolidación.
El antropólogo físico Jorge Gómez-Valdés, adscrito al Laboratorio de Antropología Física del
Departamento de Anatomía de la Facultad de Medicina de la UNAM, relató que éste es uno de los esqueletos prehispánicos más completos: “No le falta ningún hueso, presenta hasta huesos sesamoideos
(que se caracterizan por ser pequeños, cortos y redondeados, de constitución fibrosa, que se desarrollan
en el espesor de los tendones y en determinadas articulaciones)”.
La osamenta se encontró en posición flexionada lateral. No obstante que fue removida, conservó
sus relaciones anatómicas en toda la columna, manos y pies, además de encontrarse casi todas las
carillas articulares, que hacen suponer que se trata de un entierro primario.
“La información biológica que arrojó es muy interesante; por un lado muestra que este individuo
no tenía rasgos distintivos de los grupos mesoamericanos, como el modelado de la cabeza, y por otro
presenta limado dental, lo cual permitirá plantear varias hipótesis”.
La arqueóloga Ariana Aguilar, restauradora independiente adscrita al Centro INAH Hidalgo,
agregó que el fardo mortuorio fue encontrado en un abrigo rocoso en julio de 2014 al sur de Zimapán,
en lo que se considera una zona de transición de los grupos sedentarios de Mesoamérica y los nómadas
del norte de México. “Es posible que se trate de un individuo seminómada, ya que esta región
geográfica estaba habitada por pames, sin embargo no podemos afirmarlo, hasta no contar con
resultados de laboratorio precisos”.
Los resultados obtenidos del análisis permitirán conocer la dieta, enfermedades y posiblemente
la causa de muerte del individuo.
El equipo que trabaja en la conservación, restauración e investigación del fardo lo integran Luisa
Mainou, responsable del proyecto; el antropólogo físico Jorge Gómez-Valdés; la restauradora
independiente Judith Gómez González; la arqueóloga Ariana Aguilar; la bióloga Aurora Montúfar, de la
Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico del INAH, y Mariana Galán Tamez, artista plástica
independiente.
También se ha contado con la colaboración de la bióloga Gabriela Cruz Chagoyán, adscrita a la
Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM), y Arturo Gómez Martínez,
subdirector de Etnografía del Museo Nacional de Antropología.
Como parte del trabajo interdisciplinario, se realizó un registro gráfico en acuarela en tonos
grises y color que permite distinguir las distintas capas que conforman el fardo.
Restauran petate con papel japonés
La restauradora Judith Gómez, encargada de la intervención del petate y los textiles que conforman el
fardo mortuorio, resaltó que su estado de conservación es bastante aceptable, a pesar del uso que se le
dio, el tiempo transcurrido y el deterioro causado por el corte que se le hizo.
El primer tratamiento dado a la pieza fue la absorción de polvo y suciedad con aspiradora, y
limpieza en húmedo por inmersión con productos flexibilizantes, consolidantes y biocidas. Mediante este proceso se humectaron las fibras y eliminaron los microorganismos (hongos y bacterias) que
causaron degradación biológica y mecánica.
En cuanto se consolidaron las fibras que componen el petate, se procedió a realizar la
restauración de la pieza con papel japonés teñido para reponer los faltantes; de esta manera se logrará
devolverle estabilidad y se recuperarán la forma y el tamaño originales. Las fibras del petate fueron
identificadas por la doctora Aurora Montúfar como palma Brahea dulcis, conocida como palma abanico.
El fardo también posee tres bandas elaboradas con algodón (material identificado por la bióloga
Gabriela Cruz Chagoyán) en telar de cintura. Una de ellas se utilizó para amarrarlo y mide 4 metros de
largo. Esta pieza, como mencionan Judith Gómez y Arturo Gómez, es uno de los hallazgos
arqueológicos más importantes en cuanto a textiles, ya que una de sus puntas está trabajada con la
técnica de trama discontinua.