Investigación arqueológica y paleontológica
Descubren en los mayas de Palenque rasgos de
modernos paleontólogos
· Los palencanos desbastaron lajas que contienen peces para exponer los esqueletos, de manera
similar a la preparación que hace un paleontólogo hoy día
· Recuperaron espinas de raya fosilizadas casi completas, piezas muy difíciles de recolectar por su
excesiva fragilidad: son alargadas, gráciles y quebradizas
La colección de fósiles de Palenque hallados en contextos arqueológicos de esta antigua metrópoli maya
crece en importancia. Avances en su estudio refieren que los mayas, sin ser paleontólogos en el sentido
profesional de la ciencia moderna, extrajeron estos materiales con selectividad y en ocasiones los
prepararon para destacar la silueta de los animales e incluso pintaron las lajas con el mismo fin de
resaltar las figuras.
La investigación que realizan la arqueóloga Martha Cuevas García, del Instituto Nacional de
Antropología e Historia (INAH), y el paleontólogo Jesús Alvarado Ortega, de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM), sirve de base para hacer prospecciones en las distintas formaciones
geológicas donde se erigió la antigua ciudad de Palenque y para confirmar que los fósiles descubiertos
en contextos arqueológicos provienen de esas localidades.
El análisis de los resultados llevó a los investigadores a explicarse que los antiguos mayas
observaron el mismo paisaje que ahora vemos, pero sólo colectaron ciertos ejemplares de las canteras
cercanas a Palenque para integrarlos a sus actividades rituales.
Martha Cuevas informó que los estudios paleontológicos han permitido corroborar que las
principales deidades de Palenque portan atributos fósiles: dientes de tiburón en el maxilar superior,
agallas de pescado junto a su boca, espinas de raya insertas en la nariz o bivalbos a manera de orejeras:
“Estos distintivos hacen pensar que el origen de tales dioses fue local y no introducido desde otras
regiones del área maya, como antes se pensaba”.
Sobresale el uso de los dientes de tiburón, algunos de los cuales pertenecen a la especie
carcharodon que habitó los océanos del Mioceno en la era Cenozoica. Los dientes formaron parte de ofrendas rituales, pero antes de colocarlos en ellas los usaron como herramientas para el autosacrificio,
ya que los bordes aserrados de algunos dientes de tiburón así como de espinas de raya muestran
desgaste.
Jesús Alvarado dijo que los fósiles de espinas de raya, presentes en muchas ofrendas, son piezas
muy difíciles de recolectar completas por su excesiva fragilidad: son alargadas, gráciles y quebradizas.
Miden hasta 15 centímetros de largo y su grosor no rebasa los tres centímetros.
“Los mayas las recuperaron casi completas, tal como un paleontólogo de la actualidad lo hubiera
hecho. En las temporadas de campo llevadas a cabo en los yacimientos fosilíferos cercanos a Palenque
no hemos encontrado ni una espina de raya, lo cual indica un esfuerzo de los mayas por seleccionar
estas piezas”.
El científico de la UNAM explicó que en torno a los cuerpos fosilizados de peces encontró
ciertos tallones sobre todo cerca de la cabeza, la parte más importante para identificar una especie de
pez. Las lajas fueron desbastadas para exponer los esqueletos, de manera similar a la preparación que
hace un paleontólogo hoy día.
A lo largo de decenas de kilómetros alrededor de Palenque se extienden antiguos sistemas
arrecifales del Mioceno de 23 millones de años, razón que permite entender la presencia de numerosos
fósiles marinos: corales, bivalbos, moluscos, erizos, cangrejos, manatíes, equinodermos, coquina y
dientes de tiburón, entre otros. En tanto, de los afloramientos rocosos de la formación Tenejapa, de 63
millones de años de antigüedad, los mayas extrajeron las lajas con fósiles de peces para usarlos en la
construcción de sus edificios.
Para la arqueóloga lo anterior tiene una gran relevancia porque significa que los pobladores del
área convivían con una gran variedad de fósiles marinos, la mayoría de los cuales afloran en la
superficie de las montañas, por lo que ese contacto pudo estimular ideas acerca de que en el pasado
remoto la tierra estaba cubierta por el mar. Considera de suma importancia el aporte del estudio
geológico porque acota los lugares donde pudieron haber irradiado conceptos derivados del antiguo
paisaje marino.
“En Palenque los fósiles pudieron ser valorados como reliquias del pasado asociadas al momento
en que se origina la creación actual. De modo que, en sus prácticas rituales, los palencanos
rememoraban los pasajes trascendentales donde los dioses o antepasados míticos habían hecho que se
retirara el mar y surgieran las montañas que habitarían los hombres: los fósiles actuaban como evidencia
de esos mitos sobre la creación”.
Martha Cuevas relaciona estos aspectos con información contenida en un panel esculpido que se
encuentra en el Templo XIV de Palenque, donde existe una representación del mar primigenio.
El primer reporte acerca del descubrimiento de fósiles en Palenque lo hizo el arqueólogo Alberto
Ruz Lhuillier en los años 50 del siglo XX, durante la excavación de los templos del Grupo de las Cruces y del Grupo Norte. Asimismo, con la identificación realizada por Roberto Llamas, en ese entonces
director del Instituto de Biología de la UNAM, se dio a conocer el hallazgo de fósiles en el sitio
arqueológico. Posteriormente se han ido sumando otros fósiles que provienen de las excavaciones de
otros arqueólogos, entre ellos Arnoldo González Cruz.
A la fecha se han localizado 40 ejemplares en ofrendas, tumbas, basureros y rellenos
constructivos de los principales edificios del sitio: Grupo de las Cruces, Grupo Norte, El Palacio y
algunos conjuntos residenciales, como los Grupos C, B, Murciélagos y Piedras Bolas.
Jesús Alvarado consideró probable que la intención de usar fósiles fue justificar la presencia del
grupo gobernante, y ahí el tiempo jugó un papel muy importante, porque su permanencia en el poder se
basaba en una legitimidad primordial concedida desde que la ciudad era un mar.
Los investigadores concluyeron que el vínculo de los mayas con el medio ambiente local, que
mostraba gran cantidad de fósiles, pudo provocar una concepción de la profundidad del tiempo asociado
a las etapas más antiguas del mundo, lo que denota una apertura mental que la cultura occidental se
resistió a plantear sustentando una creación divina más próxima al presente.