Escrito por Sergio Raúl y Daniel Arroyo
Presentan el libro Codex, un parteaguas en el conocimiento del grafiti
ï‚· Coeditado por la Secretaría de Cultura, el volumen es un acercamiento a la epidermis de la metrópoli
A fin de dar una imagen lo más nítida posible del grafiti, en un ejercicio
de comprensión de un arte efímero que parece incomprendido, Sergio
Raúl Arroyo se dio a la tarea de escribir el libro Codex: una
aproximación al grafiti de la Ciudad de México que fue presentado en
la Biblioteca Vasconcelos.
El volumen, precisó el autor, nació de una provocación de
Guillermo Tovar, a quien está dedicado el libro, ante el argumento de
que la historia de la Ciudad de México está envejecida y requería
algunos signos de vida nueva que nos permitieran reconocer el mundo
en el que estamos inmersos.
Así surgió Codex, libro que el antropólogo realizó junto con su
hijo, Daniel Arroyo, para abordar al grafiti, fenómeno que hoy ocupa un
lugar central en la ciudad sin apelar al mundo del arte y que genera
una identidad propia en los grafiteros que lo asumen como un modo
de vida y que está marcado por la territorialidad, pues se realiza en el
barrio donde se vive y se transita.
Sergio Raúl Arroyo apuntó que el grafitero parece un ser
fantasmal, que no es visible, pero más que marginal es un ser
tangencial, pues se ubica fuera del arte institucionalizado por elección,
que pinta como una forma de hacer presencia y una alternativa de
comunicación. Codex, dijo el autor, cuenta además con un recuento biográfico
para dar voz a los grafiteros y está aderezado con fotografías de obras
que ya no existen, pues el grafiti es un arte efímero que no busca la
inmortalidad.
El libro, que fue coeditado por la Dirección General de
Publicaciones de la Secretaría de Cultura y Editorial Turner, según el
periodista Humberto Musacchio, está lleno de ideas y abre los ojos
sobre algo que está enfrente de todos nosotros: la expresión en las
bardas que en nuestro país tiene una historia larga, desde la caída de
Tenochtitlán.
Destacó que el grafiti, aunque puede ser ejecutado en cualquier
parte, “es una expresión eminentemente urbana, un arte heterodoxo,
sin reglas, ni academia, hijo del aerosol. Ignoro si lo cultivan los ricos,
pero florece sobre todo en ámbitos proletarios, es una estética de la
pobreza generada por el deseo de hacerse presente, pese a la carga
tremenda de la marginación”.
Y es que el grafitero, dijo, plasma en su obra ese afán de dejar
huella, de trascender, aunque el carácter transgresor y clandestino de
su trabajo lo obliga a ejecutarlo en medio de peligros, como la
animadversión de los vecinos o la persecución policiaca.
Por su parte, el pintor y crítico de arte Julio Amador Bech celebró
la aparición de Codex que es una obra fundamental y un parteaguas
en el conocimiento del grafiti.
“Este libro excelentemente bien escrito, claro y coherente,
constituye hasta ahora el documento más logrado que se ha escrito
sobre el gratiti en México, lo que lo hace distinto, en primer lugar, es la
perspectiva crítica a partir de la cual se aproxima a su tema. Ante todo,
rompe con los prejuicios más persistentes y unívocos que han sido la
fuente de la discriminación, la banalización, la incomprensión y lo que
es más grave, la criminalización y la persecución de sus autores”.
Aseguró que los verdaderos grafiteros le infunden al mundo una
perturbación, pues abren el espacio público a la expresión y le quitan la homogeneidad, sobre todo porque hay destacados ejemplos de
gran calidad artística y antropológica.
fotográfica, con un glosario de la jerga grafitera y un catálogo de
técnicas que invitan al lector a sumergirse en ese mundo lejano e
inquietante que se muestra en la epidermis de la metrópoli.
la Ciudad de México, el cual ya está a la venta, un dúo de grafiteros,
Dionicia y Nambo, hicieron una intervención artística y el público pudo
presenciar algo pocas veces visto, la creación de un grafiti.
AGB